Lic.
Miguel Ángel Flores Rodríguez.
El
23 de mayo de 1863 Maximiliano de Habsburgo, Segundo Emperador de México partía
de la Villa de Huatusco después de haber permanecido aquí por espacio de 3
días, fue en esta fecha que sucede aquella anécdota que me llena de orgullo
cuando Maximiliano, como lo hacía en cada pueblo que pasaba, ofreció a la
autoridad política la cantidad de mil pesos para las necesidades de los pobres
y fue cuando ante el estupor del propio Maximiliano y séquito, la autoridad
rechazó aquella oferta aduciendo que en Huatusco todos trabajaban y que con el
producto de su trabajo les bastaba para vivir, que en Huatusco no había pobres.
Que
dignidad, que orgullo y que convicción de esos hombres que se vieron obligados
a recibir al emperador pero que sabían que era un usurpador que había llegado a
ocupar un sitio que no le correspondía dado que existía un gobierno legítimo,
una república representada por don Benito Juárez que se vio obligado a
refugiarse en el norte del país.
Esa
acción diplomática pero viril nos sigue enorgulleciendo ya que nos habla que
procedemos de hombres de convicción, de dignidad, de lealtad y comprometidos
con la libertad.
Como
se ha puesto en tela de duda este evento transcribo del libro de José Luis
Blasio: “MAXIMILIANO ÍNTIMO.- EL EMPERADOR MAXIMILIANO Y SU CORTE”.- PRIMERA
EDICION 1905.-LIBRERÍA DE LA VDA. DE C. BOURET.- Parte de las páginas 33, 34 y 35 con algunas
notas aclaratorias de mi parte donde se narra la llegada de Maximiliano a Huatusco
y la anécdota en cuestión.(José Luis Blasio fue su secretario particular y le
acompaño en este y muchos viajes)
“…Fue
la hora de la partida de Jalapilla para Jalapa, las cinco de la mañana del día diecinueve
de mayo. Aquella mañana estival en tierra caliente es una de las que han dejado
huellas muy hondas en mi vida. Se había hecho, y con mucha justicia al
emperador de México, una descripción muy fascinadora de la sierra por donde
teníamos que hacer el viaje a caballo, y el archiduque soñador y muy amante a
las bellezas naturales, se mostraba sumamente contento. Solo el ministro don
Fernando Ramírez y su secretario irían en carruaje por otro camino, pues su
majestad no quería exponerlos a las fatigas ni a los peligros de un viaje a
caballo a través de las montañas.
En
medio de la animación y de la alegría general, bajo un sol brillante, y el
hermosísimo cielo azul de Orizaba, salimos los acompañantes del emperador
siguiéndole gustosos, hasta llegar al pueblo de San Juan Coscomatepec, que es
el primer punto que se encuentra en la serranía de Orizaba, en donde por su
altura, se siente ya bastante frío pues está cerca de la región de las nieves
perpetuas.
Pasamos
en San Juan Coscomatepec la noche y al siguiente día seguimos para Huatusco,
teniendo que atravesar en balsa el río de Jomulco, que corre en el fondo de una
profunda barranca...”
NOTA:
Seguramente Blasio tomo notas del viaje y el libro lo escribió después ya que
en esta parte confunde el paso del rio Jamapa con el de los Pescados que él
llama Jomulco refiriéndose a Jalcomulco, menciona que lo cruzan en balsas
mientras que para esas fecha el rio Jamapa tenia construido el maravilloso
puente que mando elaborar el Virrey Iturrigaray en el año de 1805.
“…Algunos
kilómetros antes de que llegáramos a Huatusco, vinieron a esperar al soberano
varios alcaldes indígenas, llevando banderolas blancas en las que se leían los
nombres de las localidades que representaban.
Fue
la entrada a Huatusco, triunfal; como era generalmente en todas las ciudades
que su Majestad visitaba. Arcos florales, vistosos pañolones, vivas, hurras,
repiques, salvas; todas las manifestaciones de entusiasmo de un pueblo feliz,
todas se producían a nuestro paso.
En
Huatusco nos hospedamos en la casa del señor don Clemente González, caballero
muy caracterizado del lugar y ofreció muy gustoso sus habitaciones para el
monarca y para su séquito. Allí, se nos sirvió un esplendido banquete de
sesenta cubiertos al que su majestad no asistió porque deseaba reposar.
Presidieron
ese banquete los señores generales conde de Thun y don Luis Robles, ministro de
fomento. Fue muy notable en esa comida, el sinnúmero de postres y confituras
que se nos sirvieron, habiendo inspirado al Emperador una frase muy ingeniosa y
feliz tal abundancia.
Dijo
su Majestad que los vecinos de Huatusco, queriendo probablemente perpetuar el
recuerdo de nuestra visita a esa localidad, querían que todos falleciéramos
allí de indigestión.
Como
agradara mucho a Su Majestad el clima y el carácter de los habitantes de
Huatusco, decidió reposar allí tres días, visito como de costumbre la cárcel,
el hospital, las escuelas y ya para salir de la población, dispuso se dieran
mil pesos de ayuda para las necesidades de la localidad. Entonces, con
verdadera sorpresa del Emperador, el prefecto político y demás autoridades
rehusaron recibir la suma antes dicha, diciendo que en Huatusco no había gente
necesitada pues todos trabajaban y les bastaba el producto de su trabajo para
subsistir.
Insistió
el Emperador en dejar mil pesos en Huatusco, manifestando que si no servían
para mejorar las necesidades de los pobres, puesto que estas no existían, si
servirían para mejorar el hospital de la ciudad, pues no quería pasar por
localidad alguna, sin dejar una huella benéfica de su paso.
Pasamos
después por la Hacienda del Mirador, propiedad del señor don Carlos Sartorius y
en esa finca Su Majestad admiró el buen orden y la buena administración de
ella, y nombró al propietario caballero de la orden de Guadalupe después de
felicitarle por su laboriosidad y por su inteligencia.
Antes
de llegar a Jalapa, pasamos una noche en la Hacienda de Mahuistlán, propiedad
del señor don José Cervantes, marques de Salinas, caballero muy correcto que
nos recibió con exquisita cortesía habiendo llamado mucho la atención de Su
Majestad, el arco triunfal que se levanto a la entrada, con productos de la
finca.
Salimos
de la hacienda de Mahuistlán el día veinticinco de mayo….”
No hay comentarios:
Publicar un comentario