domingo, 27 de mayo de 2012

EN HUATUSCO NO HAY POBRES.



Lic. Miguel Ángel Flores Rodríguez.
El 23 de mayo de 1863 Maximiliano de Habsburgo, Segundo Emperador de México partía de la Villa de Huatusco después de haber permanecido aquí por espacio de 3 días, fue en esta fecha que sucede aquella anécdota que me llena de orgullo cuando Maximiliano, como lo hacía en cada pueblo que pasaba, ofreció a la autoridad política la cantidad de mil pesos para las necesidades de los pobres y fue cuando ante el estupor del propio Maximiliano y séquito, la autoridad rechazó aquella oferta aduciendo que en Huatusco todos trabajaban y que con el producto de su trabajo les bastaba para vivir, que en Huatusco no había pobres.
Que dignidad, que orgullo y que convicción de esos hombres que se vieron obligados a recibir al emperador pero que sabían que era un usurpador que había llegado a ocupar un sitio que no le correspondía dado que existía un gobierno legítimo, una república representada por don Benito Juárez que se vio obligado a refugiarse en el norte del país.
Esa acción diplomática pero viril nos sigue enorgulleciendo ya que nos habla que procedemos de hombres de convicción, de dignidad, de lealtad y comprometidos con la libertad.
Como se ha puesto en tela de duda este evento transcribo del libro de José Luis Blasio: “MAXIMILIANO ÍNTIMO.- EL EMPERADOR MAXIMILIANO Y SU CORTE”.- PRIMERA EDICION 1905.-LIBRERÍA DE LA VDA. DE C. BOURET.- Parte de las páginas 33, 34 y 35 con algunas notas aclaratorias de mi parte donde se narra la llegada de Maximiliano a Huatusco y la anécdota en cuestión.(José Luis Blasio fue su secretario particular y le acompaño en este y muchos viajes)
“…Fue la hora de la partida de Jalapilla para Jalapa, las cinco de la mañana del día diecinueve de mayo. Aquella mañana estival en tierra caliente es una de las que han dejado huellas muy hondas en mi vida. Se había hecho, y con mucha justicia al emperador de México, una descripción muy fascinadora de la sierra por donde teníamos que hacer el viaje a caballo, y el archiduque soñador y muy amante a las bellezas naturales, se mostraba sumamente contento. Solo el ministro don Fernando Ramírez y su secretario irían en carruaje por otro camino, pues su majestad no quería exponerlos a las fatigas ni a los peligros de un viaje a caballo a través de las montañas.
En medio de la animación y de la alegría general, bajo un sol brillante, y el hermosísimo cielo azul de Orizaba, salimos los acompañantes del emperador siguiéndole gustosos, hasta llegar al pueblo de San Juan Coscomatepec, que es el primer punto que se encuentra en la serranía de Orizaba, en donde por su altura, se siente ya bastante frío pues está cerca de la región de las nieves perpetuas.
Pasamos en San Juan Coscomatepec la noche y al siguiente día seguimos para Huatusco, teniendo que atravesar en balsa el río de Jomulco, que corre en el fondo de una profunda barranca...”
NOTA: Seguramente Blasio tomo notas del viaje y el libro lo escribió después ya que en esta parte confunde el paso del rio Jamapa con el de los Pescados que él llama Jomulco refiriéndose a Jalcomulco, menciona que lo cruzan en balsas mientras que para esas fecha el rio Jamapa tenia construido el maravilloso puente que mando elaborar el Virrey Iturrigaray en el año de 1805.
“…Algunos kilómetros antes de que llegáramos a Huatusco, vinieron a esperar al soberano varios alcaldes indígenas, llevando banderolas blancas en las que se leían los nombres de las localidades que representaban.
Fue la entrada a Huatusco, triunfal; como era generalmente en todas las ciudades que su Majestad visitaba. Arcos florales, vistosos pañolones, vivas, hurras, repiques, salvas; todas las manifestaciones de entusiasmo de un pueblo feliz, todas se producían a nuestro paso.
En Huatusco nos hospedamos en la casa del señor don Clemente González, caballero muy caracterizado del lugar y ofreció muy gustoso sus habitaciones para el monarca y para su séquito. Allí, se nos sirvió un esplendido banquete de sesenta cubiertos al que su majestad no asistió porque deseaba reposar.
Presidieron ese banquete los señores generales conde de Thun y don Luis Robles, ministro de fomento. Fue muy notable en esa comida, el sinnúmero de postres y confituras que se nos sirvieron, habiendo inspirado al Emperador una frase muy ingeniosa y feliz tal abundancia.
Dijo su Majestad que los vecinos de Huatusco, queriendo probablemente perpetuar el recuerdo de nuestra visita a esa localidad, querían que todos falleciéramos allí de indigestión.
Como agradara mucho a Su Majestad el clima y el carácter de los habitantes de Huatusco, decidió reposar allí tres días, visito como de costumbre la cárcel, el hospital, las escuelas y ya para salir de la población, dispuso se dieran mil pesos de ayuda para las necesidades de la localidad. Entonces, con verdadera sorpresa del Emperador, el prefecto político y demás autoridades rehusaron recibir la suma antes dicha, diciendo que en Huatusco no había gente necesitada pues todos trabajaban y les bastaba el producto de su trabajo para subsistir.
Insistió el Emperador en dejar mil pesos en Huatusco, manifestando que si no servían para mejorar las necesidades de los pobres, puesto que estas no existían, si servirían para mejorar el hospital de la ciudad, pues no quería pasar por localidad alguna, sin dejar una huella benéfica de su paso.
Pasamos después por la Hacienda del Mirador, propiedad del señor don Carlos Sartorius y en esa finca Su Majestad admiró el buen orden y la buena administración de ella, y nombró al propietario caballero de la orden de Guadalupe después de felicitarle por su laboriosidad y por su inteligencia.
Antes de llegar a Jalapa, pasamos una noche en la Hacienda de Mahuistlán, propiedad del señor don José Cervantes, marques de Salinas, caballero muy correcto que nos recibió con exquisita cortesía habiendo llamado mucho la atención de Su Majestad, el arco triunfal que se levanto a la entrada, con productos de la finca.
Salimos de la hacienda de Mahuistlán el día veinticinco de mayo….”

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