Lic. Miguel Ángel
Flores Rodríguez.
Me duelen las masacres y
sufro el dolor de los desamparados, he sido testigo de la cruel agresión de los
fuertes contra los débiles y he injuriado la indiferencia de las naciones que
rigen los destinos de los pueblos que se hacen de la vista gorda mientras las
crueldad se ensaña sobre los hombres, las mujeres y los niños inocentes.
El gobierno Sirio se ha
ensañado contra su pueblo, crimen de lesa humanidad, genocidio, llámese como se
llame es una cobardía utilizar la fuerza del ejército contra el pueblo
indefenso y hoy, por enésima vez, Israel desata su saña contra el valeroso y heroico
pueblo palestino.
El negocio de la guerra, sí,
eso es, hay que desechar el armamento que se está volviendo obsoleto para que
se compren las nuevas tecnologías bélicas a los países que las producen, entre
ellos Rusia y Estados Unidos, ¡Como van a levantar sus voces en contra de sus
intereses y conveniencias! Aunque para ello haya que exterminar pueblos enteros.
Y así, la violencia sigue y
las masacres continúan.
Recuerdo hace algunos años
cuando viendo las noticias exhibieron unas imágenes en la televisión de niños
muertos y heridos en la guerra contra Irak, junto a mi estaba mi pequeña
Yacunah quien apenas comprendía las imágenes que se sucedían ante sus ojos,
imágenes de niños mutilados y ensangrentados cuyos llantos y lamentos helaban
la sangre y mi corazón se rompió cuando con sus ojitos llenos de lagrimas
volteo a mirarme para preguntar:
-¿Por qué matan a los niños?
No sabía que contestar, solo
recuerdo que a punto del llanto alcance a decir casi en un susurro.
-Por
que el hombre es una bestia.
-¿Y no
podemos hacer nada?
Me volvió a preguntar.
-Sí, le conteste, podemos
rezar.
Y los dos, llorando, hicimos
nuestras plegarias a Dios por los débiles, por el dolor, por los inocentes y
especialmente por los niños.
Yo no sé cuanta fuerza
tengan nuestras oraciones, pero es lo único que se me ocurre hacer; hoy, que nuevamente la violencia se desata
contra los desamparados les pido a todos los que lean estas líneas, que eleven
una plegaria a Dios por que cese la masacre.
Mientras,
incrédulo, observo cómo, los que generan la violencia, se reparten los premios
de la paz.
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