PARA AQUELLOS A QUIENES LOS
REYES NO LES DEJARON NADA NO SE PREOCUPEN, EXISTE UN CUARTO REY QUE LLEGA UN
POCO DESPUES, ASI ES QUE NO PIERDAN LA ESPERANZA, LA POSIBILIDAD DE UN REGALO
AUN EXISTE.
Lic. Miguel Ángel
Flores Rodríguez.
Pues resulta que, en aquellos tiempos en que se avecinaba
la llegada del Mesías a la tierra, una serie de eventos se desarrollo en los
cielos de modo tal que muchos hombres sabía que el momento se acercaba. Así es
que, desde el lejano Oriente, algunos sabios observadores de las estrellas se
preparaban para tal evento y se organizaron para realizar el viaje que les
llevaría hasta Belén, guiados por una estrella para adorar y otorgar algunos
regalos al que ahí nacería.
El punto de reunión fue un viejo zigurat en Borsippa y
desde ahí iniciaron su recorrido, aunque solo llegaron tres, que fueron los que
finalmente arribaron al pesebre, pero según algunas viejas crónicas fueron más
los convocados que no pudieron llegar a tiempo para la larga jornada, entre ellos
recuerdo a Artabán, aunque la historia que hoy les referiré es la del un hombre
casi anciano llamado Darbé.
Pues bien, Darbé era un hombre sumamente misericordioso y
siempre que se encontraba con una injusticia, con el dolor ajeno o simplemente
con la necesidad de ayuda siempre se involucraba de tal manera que en su largo
camino para arribar a Borsippa se detuvo a auxiliar a menesterosos, enfermos y
heridos de modo que cuando llegó al viejo zigurat sus compañeros ya habían
partido.
Guiado por la luz de la estrella recorrió solitario los
antiguos senderos de las caravanas que se dirigían a Belén, solo que al
arribar, ya no encontró a la sagrada familia, como recordarán, un ángel les
había advertido que se trasladaran a Egipto antes de que Herodes iniciara la
bestial cacería de los santos inocentes, es decir la matanza de todos los niños
menores a tres años con la esperanza de que entre ellos estuviera el Mesías.
Repuesto de su largo viaje reinició su camino y se
dirigió a Egipto, dispuesto a enfrentar nuevamente los riesgos de tan peligroso
trayecto entre serpientes venenosas, animales carnívoros y el inclemente sol
que solo era atenuado por los escasos oasis.
Salió a través de las montañas de Hebrón para dirigirse a Gaza, de ahí hasta El-Zanariq cerca de El-Arish, después llegó al
norte de la península del Sinaí, deteniéndose en Pelusium. En el delta del Nilo
llegó a Tel Basta para dirigirse al sur hasta llegar a Al-Mahamma, subió al noroeste pasando por Phillippos y
llegando a Meniet Genah, cruzó el río Nilo y llegó a Jemnoty. Indagando aquí y preguntando allá logró
averiguar que la sagrada Familia se encontraba en Heliópolis.
Su cansado cuerpo se vencía ante las dificultades
del camino pero no quería morir sin ver
antes al Salvador, así es que reanudó su andar hasta llegar a un oasis cuyo
nombre desconocía, descansaba a la sombra de una palmera de cuyos dátiles
caídos empezaba a alimentarse cuando vio a la distancia a un niño que se
aproximaba hacia la orilla del pequeño depósito de agua.
Era un niño hermoso, radiante, de abundante
cabellera y luminosa sonrisa, el viejo quedo maravillado ante aquella
aparición.
Unos días antes, como en sueños, José había
recibido un nuevo mensaje del ángel: “Ve, retorna a Israel, pues ya han muerto
los que atentaban contra la vida del niño”, era el año 37 de la Coronación de
Herodes y el 750 de la fundación de Roma.
Pues bien, resulta que coincidentemente la Sagrada
Familia, en su viaje de retorno, tomaba
un descanso en el mismo oasis donde Darbé se encontraba, al ver al menor se
acercó percatándose de que el niño
estaba descalzo y busco en sus pertenencias algo que darle cayendo en la cuenta
de que todo lo había regalado en el camino, entonces, con las fuerzas que le
quedaban se dirigió al menor diciéndole.
“Hermoso niño, he gastado las últimas fuerzas de mi
vida buscando a un niño que hoy debe tener tu edad, nació en Belén y ha
marchado a Heliópolis, el tal vez aún no lo sabe pero es el salvador del mundo,
al verte a ti le he recordado y me he entristecido porque tal vez mis fuerzas
no alcancen a conocerle, también he querido darte algún obsequio pero todo lo
he dejado en los caminos, sin embargo, al ver tus pies descalzos quiero darte
lo único que me quedan, son mis sandalias viejas para que cubras tus pequeños
pies”.
Dijo esto extendiendo sus manos con las viejas
sandalias y cayendo de rodillas ante el Niño Dios, el cual tomándolas, le
abrazó cariñosamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario