jueves, 10 de enero de 2013

EL CUARTO REY MAGO.



PARA AQUELLOS A QUIENES LOS REYES NO LES DEJARON NADA NO SE PREOCUPEN, EXISTE UN CUARTO REY QUE LLEGA UN POCO DESPUES, ASI ES QUE NO PIERDAN LA ESPERANZA, LA POSIBILIDAD DE UN REGALO AUN EXISTE.

Lic. Miguel Ángel Flores Rodríguez.
            Pues resulta que, en aquellos tiempos en que se avecinaba la llegada del Mesías a la tierra, una serie de eventos se desarrollo en los cielos de modo tal que muchos hombres sabía que el momento se acercaba. Así es que, desde el lejano Oriente, algunos sabios observadores de las estrellas se preparaban para tal evento y se organizaron para realizar el viaje que les llevaría hasta Belén, guiados por una estrella para adorar y otorgar algunos regalos al que ahí nacería.
            El punto de reunión fue un viejo zigurat en Borsippa y desde ahí iniciaron su recorrido, aunque solo llegaron tres, que fueron los que finalmente arribaron al pesebre, pero según algunas viejas crónicas fueron más los convocados que no pudieron llegar a tiempo para la larga jornada, entre ellos recuerdo a Artabán, aunque la historia que hoy les referiré es la del un hombre casi anciano llamado Darbé.
            Pues bien, Darbé era un hombre sumamente misericordioso y siempre que se encontraba con una injusticia, con el dolor ajeno o simplemente con la necesidad de ayuda siempre se involucraba de tal manera que en su largo camino para arribar a Borsippa se detuvo a auxiliar a menesterosos, enfermos y heridos de modo que cuando llegó al viejo zigurat sus compañeros ya habían partido.
            Guiado por la luz de la estrella recorrió solitario los antiguos senderos de las caravanas que se dirigían a Belén, solo que al arribar, ya no encontró a la sagrada familia, como recordarán, un ángel les había advertido que se trasladaran a Egipto antes de que Herodes iniciara la bestial cacería de los santos inocentes, es decir la matanza de todos los niños menores a tres años con la esperanza de que entre ellos estuviera el Mesías.
            Repuesto de su largo viaje reinició su camino y se dirigió a Egipto, dispuesto a enfrentar nuevamente los riesgos de tan peligroso trayecto entre serpientes venenosas, animales carnívoros y el inclemente sol que solo era atenuado por los escasos oasis.
Salió a través de las montañas de Hebrón para  dirigirse a Gaza, de ahí hasta  El-Zanariq cerca de El-Arish, después llegó al norte de la península del Sinaí, deteniéndose en Pelusium. En el delta del Nilo llegó a Tel Basta para dirigirse al sur hasta llegar a Al-Mahamma,  subió al noroeste pasando por Phillippos y llegando a Meniet Genah, cruzó el río Nilo y llegó a Jemnoty.  Indagando aquí y preguntando allá logró averiguar que la sagrada Familia se encontraba en Heliópolis.
Su cansado cuerpo se vencía ante las dificultades del camino pero  no quería morir sin ver antes al Salvador, así es que reanudó su andar hasta llegar a un oasis cuyo nombre desconocía, descansaba a la sombra de una palmera de cuyos dátiles caídos empezaba a alimentarse cuando vio a la distancia a un niño que se aproximaba hacia la orilla del pequeño depósito de agua.
Era un niño hermoso, radiante, de abundante cabellera y luminosa sonrisa, el viejo quedo maravillado ante aquella aparición.
Unos días antes, como en sueños, José había recibido un nuevo mensaje del ángel: “Ve, retorna a Israel, pues ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño”, era el año 37 de la Coronación de Herodes y el 750 de la fundación de Roma.
Pues bien, resulta que coincidentemente la Sagrada Familia, en su viaje de retorno,  tomaba un descanso en el mismo oasis donde Darbé se encontraba, al ver al menor se acercó  percatándose de que el niño estaba descalzo y busco en sus pertenencias algo que darle cayendo en la cuenta de que todo lo había regalado en el camino, entonces, con las fuerzas que le quedaban se dirigió al menor diciéndole.
“Hermoso niño, he gastado las últimas fuerzas de mi vida buscando a un niño que hoy debe tener tu edad, nació en Belén y ha marchado a Heliópolis, el tal vez aún no lo sabe pero es el salvador del mundo, al verte a ti le he recordado y me he entristecido porque tal vez mis fuerzas no alcancen a conocerle, también he querido darte algún obsequio pero todo lo he dejado en los caminos, sin embargo, al ver tus pies descalzos quiero darte lo único que me quedan, son mis sandalias viejas para que cubras tus pequeños pies”.
Dijo esto extendiendo sus manos con las viejas sandalias y cayendo de rodillas ante el Niño Dios, el cual tomándolas, le abrazó cariñosamente.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario